lunes, 11 de noviembre de 2019


Manuscrito poético perforando el silencio



   





Por: Dr. Pascual Antonio Ramos Núñez Ph.D



El poema del madrugador, relata con estética y belleza, lo hermoso que es disfrutar del quiquiriquí despertador del canelo, que en el gallinero del vecino, invita dar inicio a un nuevo día, con la esperanza de que los rayos de la luz del sol naciente, augure en el horizonte de la República Dominicana bien amada, un futuro de prosperidad y progreso, para los hijos e hijas de la cuna del nuevo mundo; que solicitan de sus gobernantes, respetar la proclama trinitaria de: “Dios, Patria y Libertad”.

 
Las estrofas manuscritas en letras cursivas del hombre que despierta tres horas antes de la 7:00 de la mañana; notifican sentimientos que revelan, los padecimientos que confronta la población rural y barrial, del país atravesado por las cordilleras Septentrional y Central, con inigualables terrenos fértiles, superando suelos de alta calidad agrícola, registrados en la estadística geográfica de  otras naciones, con características climáticas similares y en donde se hace más notorio el genial fenómeno natural ambiental, de la biodiversidad.
 
En cada verso se evidencia, la nostalgia y melancolía de sueños truncados, víctimas de las falsas promesas de políticos mal intencionados, jugando al ajedrez, donde solo ellos dan jaque mate, de victoria electoral obtenida, producto de la compra y venta de conciencia, glorificados por los llamados aliados “bisagras”, quienes sirven de “tumba polvos”, para seguir disfrutando de los denominados sueldos botellas, resultados de los acuerdos de aposentos, entre compañeritos privilegiados del favoritismo paternalista; donde se endiosa la figura presidencial, manejando a su antojo, la carta magna nacional.
 
La madrugadora metáfora, atrinchera de manera muy creativa las demás figuras literarias, que engalanan el mensaje poético de un hombre que hace parir la tierra de sol a sol, sobreviviendo a tantas iniquidades humanas, resultantes de dirigentes políticos; que coordinan industrias, empresas e instituciones del Estado, de manera injusta y con arrogancia; obviando lo de la idea del bien común, con lo que se violenta el ejemplo ético y moral, de los padres fundadores del país; que no merece ser gobernado por “funcionarios” que permitan corrupción administrativa, empañando el ejercicio del Derecho, con la indignación que trae consigo, el oprobioso inconveniente humano, llamado: “Impunidad”.
   
Es ésta la que podría ser una de muchas reflexiones, como resultado del análisis literario de los versos inspirados, por el madrugador anónimo que ve llegar su vejes, contando más de cien promesas partidarias incumplidas, en donde la delincuencia ha llegado hasta su apartado lugar, robándole de su pequeña parcela que heredo de sus progenitores, todo cuanto cultiva en ella, añorando aquellos tiempos de tranquilidad; donde no existían diabólicas palabras, como: “crimen organizado y narcotráfico; por mencionar solo dos, de la jerga infernal, contenida en el despreciable diccionario, que ha aparecido en la sociedad del “sálvese quien pueda”, como si se estuviera viviendo, en el escenario catastrófico de aquella llamada película: “Los Gritos del Silencio”.      



El poema del madrugador, relata con estética y belleza, lo hermoso que es disfrutar del quiquiriquí despertador del canelo, que en el gallinero del vecino, invita dar inicio a un nuevo día, con la esperanza de que los rayos de la luz del sol naciente, augure en el horizonte de la República Dominicana bien amada, un futuro de prosperidad y progreso, para los hijos e hijas de la cuna del nuevo mundo; que solicitan de sus gobernantes, respetar la proclama trinitaria de: “Dios, Patria y Libertad”.
 
Las estrofas manuscritas en letras cursivas del hombre que despierta tres horas antes de la 7:00 de la mañana; notifican sentimientos que revelan, los padecimientos que confronta la población rural y barrial, del país atravesado por las cordilleras Septentrional y Central, con inigualables terrenos fértiles, superando suelos de alta calidad agrícola, registrados en la estadística geográfica de  otras naciones, con características climáticas similares y en donde se hace más notorio el genial fenómeno natural ambiental, de la biodiversidad.
 
En cada verso se evidencia, la nostalgia y melancolía de sueños truncados, víctimas de las falsas promesas de políticos mal intencionados, jugando al ajedrez, donde solo ellos dan jaque mate, de victoria electoral obtenida, producto de la compra y venta de conciencia, glorificados por los llamados aliados “bisagras”, quienes sirven de “tumba polvos”, para seguir disfrutando de los denominados sueldos botellas, resultados de los acuerdos de aposentos, entre compañeritos privilegiados del favoritismo paternalista; donde se endiosa la figura presidencial, manejando a su antojo, la carta magna nacional.
 
La madrugadora metáfora, atrinchera de manera muy creativa las demás figuras literarias, que engalanan el mensaje poético de un hombre que hace parir la tierra de sol a sol, sobreviviendo a tantas iniquidades humanas, resultantes de dirigentes políticos; que coordinan industrias, empresas e instituciones del Estado, de manera injusta y con arrogancia; obviando lo de la idea del bien común, con lo que se violenta el ejemplo ético y moral, de los padres fundadores del país; que no merece ser gobernado por “funcionarios” que permitan corrupción administrativa, empañando el ejercicio del Derecho, con la indignación que trae consigo, el oprobioso inconveniente humano, llamado: “Impunidad”.
   
Es ésta la que podría ser una de muchas reflexiones, como resultado del análisis literario de los versos inspirados, por el madrugador anónimo que ve llegar su vejes, contando más de cien promesas partidarias incumplidas, en donde la delincuencia ha llegado hasta su apartado lugar, robándole de su pequeña parcela que heredo de sus progenitores, todo cuanto cultiva en ella, añorando aquellos tiempos de tranquilidad; donde no existían diabólicas palabras, como: “crimen organizado y narcotráfico; por mencionar solo dos, de la jerga infernal, contenida en el despreciable diccionario, que ha aparecido en la sociedad del “sálvese quien pueda”, como si se estuviera viviendo, en el escenario catastrófico de aquella llamada película: “Los Gritos del Silencio”.