Manuscrito poético perforando el silencio
Por: Dr. Pascual Antonio Ramos Núñez Ph.D
El poema
del madrugador, relata con estética y belleza, lo hermoso que es disfrutar del
quiquiriquí despertador del canelo, que en el gallinero del vecino, invita dar
inicio a un nuevo día, con la esperanza de que los rayos de la luz del sol
naciente, augure en el horizonte de la República Dominicana bien amada, un
futuro de prosperidad y progreso, para los hijos e hijas de la cuna del nuevo mundo;
que solicitan de sus gobernantes, respetar la proclama trinitaria de: “Dios,
Patria y Libertad”.
Las
estrofas manuscritas en letras cursivas del hombre que despierta tres horas
antes de la 7:00 de la mañana; notifican sentimientos que revelan, los
padecimientos que confronta la población rural y barrial, del país atravesado
por las cordilleras Septentrional y Central, con inigualables terrenos
fértiles, superando suelos de alta calidad agrícola, registrados en la
estadística geográfica de otras naciones, con características climáticas
similares y en donde se hace más notorio el genial fenómeno natural ambiental,
de la biodiversidad.
En cada
verso se evidencia, la nostalgia y melancolía de sueños truncados, víctimas de
las falsas promesas de políticos mal intencionados, jugando al ajedrez, donde
solo ellos dan jaque mate, de victoria electoral obtenida, producto de la
compra y venta de conciencia, glorificados por los llamados aliados “bisagras”,
quienes sirven de “tumba polvos”, para seguir disfrutando de los denominados
sueldos botellas, resultados de los acuerdos de aposentos, entre compañeritos
privilegiados del favoritismo paternalista; donde se endiosa la figura
presidencial, manejando a su antojo, la carta magna nacional.
La
madrugadora metáfora, atrinchera de manera muy creativa las demás figuras
literarias, que engalanan el mensaje poético de un hombre que hace parir la
tierra de sol a sol, sobreviviendo a tantas iniquidades humanas, resultantes de
dirigentes políticos; que coordinan industrias, empresas e instituciones del
Estado, de manera injusta y con arrogancia; obviando lo de la idea del bien
común, con lo que se violenta el ejemplo ético y moral, de los padres
fundadores del país; que no merece ser gobernado por “funcionarios” que
permitan corrupción administrativa, empañando el ejercicio del Derecho, con la
indignación que trae consigo, el oprobioso inconveniente humano, llamado:
“Impunidad”.
Es ésta
la que podría ser una de muchas reflexiones, como resultado del análisis
literario de los versos inspirados, por el madrugador anónimo que ve llegar su
vejes, contando más de cien promesas partidarias incumplidas, en donde la
delincuencia ha llegado hasta su apartado lugar, robándole de su pequeña
parcela que heredo de sus progenitores, todo cuanto cultiva en ella, añorando
aquellos tiempos de tranquilidad; donde no existían diabólicas palabras, como:
“crimen organizado y narcotráfico; por mencionar solo dos, de la jerga
infernal, contenida en el despreciable diccionario, que ha aparecido en la
sociedad del “sálvese quien pueda”, como si se estuviera viviendo, en el
escenario catastrófico de aquella llamada película: “Los Gritos del
Silencio”.
El poema
del madrugador, relata con estética y belleza, lo hermoso que es disfrutar del
quiquiriquí despertador del canelo, que en el gallinero del vecino, invita dar
inicio a un nuevo día, con la esperanza de que los rayos de la luz del sol
naciente, augure en el horizonte de la República Dominicana bien amada, un
futuro de prosperidad y progreso, para los hijos e hijas de la cuna del nuevo mundo;
que solicitan de sus gobernantes, respetar la proclama trinitaria de: “Dios,
Patria y Libertad”.
Las
estrofas manuscritas en letras cursivas del hombre que despierta tres horas
antes de la 7:00 de la mañana; notifican sentimientos que revelan, los
padecimientos que confronta la población rural y barrial, del país atravesado
por las cordilleras Septentrional y Central, con inigualables terrenos
fértiles, superando suelos de alta calidad agrícola, registrados en la
estadística geográfica de otras naciones, con características climáticas
similares y en donde se hace más notorio el genial fenómeno natural ambiental,
de la biodiversidad.
En cada
verso se evidencia, la nostalgia y melancolía de sueños truncados, víctimas de
las falsas promesas de políticos mal intencionados, jugando al ajedrez, donde
solo ellos dan jaque mate, de victoria electoral obtenida, producto de la
compra y venta de conciencia, glorificados por los llamados aliados “bisagras”,
quienes sirven de “tumba polvos”, para seguir disfrutando de los denominados
sueldos botellas, resultados de los acuerdos de aposentos, entre compañeritos
privilegiados del favoritismo paternalista; donde se endiosa la figura
presidencial, manejando a su antojo, la carta magna nacional.
La
madrugadora metáfora, atrinchera de manera muy creativa las demás figuras
literarias, que engalanan el mensaje poético de un hombre que hace parir la
tierra de sol a sol, sobreviviendo a tantas iniquidades humanas, resultantes de
dirigentes políticos; que coordinan industrias, empresas e instituciones del
Estado, de manera injusta y con arrogancia; obviando lo de la idea del bien
común, con lo que se violenta el ejemplo ético y moral, de los padres
fundadores del país; que no merece ser gobernado por “funcionarios” que
permitan corrupción administrativa, empañando el ejercicio del Derecho, con la
indignación que trae consigo, el oprobioso inconveniente humano, llamado:
“Impunidad”.
Es ésta
la que podría ser una de muchas reflexiones, como resultado del análisis
literario de los versos inspirados, por el madrugador anónimo que ve llegar su
vejes, contando más de cien promesas partidarias incumplidas, en donde la
delincuencia ha llegado hasta su apartado lugar, robándole de su pequeña
parcela que heredo de sus progenitores, todo cuanto cultiva en ella, añorando
aquellos tiempos de tranquilidad; donde no existían diabólicas palabras, como:
“crimen organizado y narcotráfico; por mencionar solo dos, de la jerga
infernal, contenida en el despreciable diccionario, que ha aparecido en la
sociedad del “sálvese quien pueda”, como si se estuviera viviendo, en el
escenario catastrófico de aquella llamada película: “Los Gritos del
Silencio”.